Cuando Marta me llamó apenas quedaban 15 días para su boda, milagrosamente tenía la fecha libre para ella y todo marchó sobre ruedas. Ese carácter improvisado se trasladó a la celebración e hizo que todo sucediese de una manera más fresca y espontánea. Ella y Adrián invitaron a sus personas más cercanas y se centraron en pasárselo bien ante todo, aunque sin perder la vista de su hijo Martiño.